La convivencia en las aulas se ha deteriorado hasta tal punto que ha llegado a situaciones extremas. El ejemplo más reciente es el caso de Alba, la niña alicantina de 15 años que ha denunciado a cuatro compañeros de instituto por acoso sexual. El Fiscal de Menores le ha concedido medidas iguales a las de una mujer maltratada, una iniciativa pionera en nuestro país: una orden de alejamiento para dos de sus agresores, que la sometían a insultos y tocamientos, y un móvil conectado las 24 horas a un subinspector de Policía.
Éste y otros casos de acoso escolar se van conociendo poco a poco como con cuentagotas. Pero los expertos no dejan de advertirlo: los casos de violencia en las aulas que salen a la luz son sólo la punta del iceberg de un fenómeno frecuente en los colegios e institutos españoles. De hecho, diversos estudios apuntan que más del 20 por ciento de los estudiantes de entre 7 y 18 años (de 2º de Primaria a Bachillerato) son víctimas de alguna forma de acoso o violencia escolar. Y todo parece indicar que esta situación no tiene visos de mejorar, por el contrario parece que va en aumento.
El caso de Jokin
Quizá fue el caso del joven Jokin Cebeiro, hace ya casi tres años, el que destapó la gravedad de este fenómeno a la opinión pública y despertó muchas conciencias. Jokin con 14 años se suicidó en Fuenterrabía tras ser objeto de agresiones e insultos reiterados por parte de ocho compañeros de instituto. Siete de ellos fueron condenados a cumplir dos años de internamiento en régimen abierto en un centro educativo.
Desde entonces los casos se han ido sucediendo sin cesar, a veces con denuncias y condenas a los agresores; otras con expedientes que siguen investigándose y otras con sospechas que finalmente no se han llegado a demostrar, como ocurrió con una joven de Elda (Alicante), de 16 años, que en mayo de 2005 se arrojó desde un puente de 25 metros de altura. Cinco meses antes del fatal desenlace cuatro chicas la habían agredido causándole lesiones.
Pero resulta que, además, se van añadiendo otros elementos.Grabar el sufrimiento de las víctimas en teléfonos móviles e, incluso en vídeo, tristemente parece ser una diversión más. Ocurrió en un instituto de Valencia. Un grupo de alumnos recogía en sus móviles las patadas y puñetazos que propinaban a otros compañeros. Este año el Colegio Suizo de Madrid se enfrentó a dos casos de acoso escolar. En uno de ellos, los padres de un alumno de once años denunciaron que su hijo venía sufriendo desde hacía dos años malostratos por parte de tres compañeros de clase. Y mostraban los hechos con un vídeo grabado por los presuntos agresores.
Con el tiempo, la lista suma y suma casos. Una niña de Ponferrada (León), de 13 años, sufrió fractura de tibia, peroné y tobillo por los empujones de tres compañeras; un niño granadino de 14 años tenía depresión por los insultos, mofas y burlas de sus amigos... Una adolescente de doce años recibió una paliza en un instituto de Lérida; en otro centro de la misma provincia un chico de 15 años clavó un destornillador en la espalda a otro de 13 que presuntamente le acosaba...
Ante tales sucesos pocos creen que se trate de casos aislados, más bien, es un síntoma de que la violencia se ha apoderado de las aulas. No en vano, ya se dan algunos pasos para frenar esa oleada y se ha formado una comisión de nueve senadores que tratarán de estudiar el fenómeno. Sin embargo, los esfuerzos quizás se queden cortos si no actúa toda la comunidad educativa. Tal vez haya llegado el momento de que autoridades, profesores, padres y alumnos tomen seriamente las riendas de un fenómeno que puede llegar a causar males mayores.
http://www.abc.es/20070611/sociedad-educacion/ciento-estudiantes-sufren-acoso_200706110301.html
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