12 de mayo de 2007

No podemos bajar la guardia

No podemos bajar la guardia

ENRIQUE MÚGICA HERZOG *

En septiembre de este año se cumplirán tres años de una muerte, la de un chico de catorce años llamado Jokin, que sacó a la luz un fenómeno hasta ese momento oculto para la opinión pública: el bullyng o maltrato entre iguales. Desde entonces, los medios de comunicación han seguido de cerca los casos de violencia escolar, lo que ha contribuido a que la sociedad sea más consciente de esta trágica realidad. Sin embargo, y a pesar de que el acoso en las aulas no es un fenómeno nuevo, no siempre hemos conocido con exactitud su alcance real. Por eso, en el año 2000 la Institución que dirijo elaboró, en colaboración con Unicef, un informe pionero, la primera radiografía de ámbito nacional de esta desgraciada lacra. El objetivo era proporcionar datos fiables y detallados que facilitaran la labor de los responsables políticos y educativos a la hora de diseñar planes de prevención y actuación contra el acoso escolar.

Las conclusiones de aquel primer estudio pusieron de manifiesto que, si bien la situación no alcanzaba la gravedad de otros países de nuestro entorno, el acoso escolar tenía una presencia constante en los centros educativos españoles, donde un porcentaje considerable de alumnos padecía de manera más o menos habitual este tipo de conducta. Ahora, siete años después, y otra vez con la inestimable ayuda de Unicef, hemos completado y actualizado aquella primera investigación. Nuestra intención ha sido valorar si lo que se ha hecho en estos últimos años es lo adecuado y si ello ha dado los resultados esperados.

Además, en este segundo informe hemos incluido el análisis de algunas situaciones nuevas, como el efecto de las tecnologías en el acoso, el denominado cyberbullyng, o el papel de los cada vez más numerosos estudiantes de origen extranjero. Así, mientras que el primer punto apenas demuestra estar extendido, y sólo un cinco por ciento de los escolares identifica las nuevas tecnologías como instrumentos para los abusos que reciben, sí se ha podido comprobar que los estudiantes extranjeros sufren más algunos tipos de maltrato. De hecho, hasta un veinte por ciento, el doble que los autóctonos, asegura ser excluido socialmente por sus compañeros.

A pesar de todo, este segundo estudio arroja cierta esperanza ya que, en términos generales, puede afirmarse que el panorama del maltrato entre iguales en el ámbito escolar ha mejorado en estos años. De hecho, tanto las respuestas de los alumnos como las de los profesores revelan que la incidencia del acoso ha tendido claramente a bajar. Especialmente en aquellas conductas abusivas más frecuentes y menos graves, algunas de cuyas formas, como el maltrato verbal (insultos, motes ofensivos), se reducen en más de un treinta por ciento. Este hecho es atribuible, en cierta medida, a que este problema es ahora más visible pero, sobre todo, se debe a la toma de conciencia por parte de las diferentes administraciones y de los centros educativos.

No obstante, esta mejoría en la situación de la convivencia escolar no debe llevarnos a un engañoso optimismo, ni debe hacernos perder de vista la realidad. Una realidad que muestra que casi todos los centros educativos sufren situaciones de acoso y prácticamente todas las formas de violencia. Porque, aunque la incorporación de políticas de prevención y líneas de intervención han logrado detener el avance del problema, no lo han erradicado. Por eso, no hay que caer en la autocomplacencia. No podemos bajar la guardia. Se lo debemos, entre otros, a la memoria de chicos como Jokin.

* Enrique Múgica Herzog es Defensor del Pueblo.

http://www.diariodeavisos.com/content/189358/

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