2 de mayo de 2007

Araceli Oñate: "Aquí no hay maltrato" Es sólo un caso aislado, ha sido una broma, son cosas de niños...". Son algunos ejemplos del síndrome de negación ante el acoso escolar. Sin embargo, dos de cada tres casos de acoso son antiguos: durante todo el curso o desde hace unos meses. Según la Declaración de Derechos del Niño de 1959, "el niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios (...) para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable (...), así como en condiciones de libertad y dignidad (...)". La institución escolar tiene el derecho y el deber de ser un lugar seguro para poder maximizar en sus alumnos la oportunidad de aprender. Trivializar el acoso escolar es el mayor obstáculo para afrontarlo. Si su hijo tiene fobia al cole, inventa excusas como dolor de barriga o de cabeza, tiene vómitos o náuseas por la mañana, presenta un cambio repentino en el comportamiento, está triste y llora fácilmente, se aísla en su habitación, reduce sus relaciones sociales y familiares, no quiere ir a fiestas de cumpleaños, empeora su rendimiento, sufre alteraciones del sueño, ansiedad, llega con ropa deteriorada o falta de material..., es posible que esté sufriendo acoso escolar. Frente al mito de que la víctima es débil o presenta algún defecto congénito, los niños acosados no son diferentes,ni física ni emocionalmente. La víctima de acoso no carece de habilidades sociales ni posee baja autoestima. Tampoco posee necesidades educativas especiales ni es responsable de su acoso. Entre los niños que desarrollan comportamientos de acoso u hostigamiento hacia sus compañeros sí encontramos un perfil común: suelen ser violentos, muy dominantes, autosuficientes, agresivos, interpretan las relaciones sociales en términos de provocación, carecen del sentido de la norma, son impulsivos y han descubierto que pueden obtener éxito y poder social humillando a otros. Atrapados por la desconfianza, no confían en los demás porque no han aprendido a confiar en sí mismos, presentan un déficit de habilidades sociales, bajo nivel de autoestima, falta de empatía y control emocional, ninguna tolerancia a la frustración y desconfianza patológica. La anestesia y la indiferencia social han permitido que motes, amenazas, vejaciones, insultos, burlas y peleas, humillaciones y collejas se hayan hecho un sitio entre los alumnos de nuestras aulas. Burlarse de otro, insultar, menospreciar o ridiculizar son comportamientos socialmente inaceptables que, frente al principio de no intervención o no injerencia, deberían encontrar el rechazo de los adultos y la contundencia del sistema escolar. Una actitud vigilante y alerta, así como conductas activas frente a la agresión o el maltrato, es el camino para hacer realidad el principio de tolerancia cero frente a la violencia escolar. A. OÑATE, profesora en Cepade-Universidad Politécnica de Madrid y directora del informe Cisneros sobre violencia y acoso escolar.

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